LAS PALABRAS EN EL VIENTO, 2006

En el viento, las palabras suenan bien pero no se quedan se trasmutan se pierden... porque nadie las retiene Te sientes incómodo porque no puedes hablar. Te vigilan no sólo desde afuera sino también desde tu propio abismo. El jefe nos haba dicho que llegaba un turista adinerado, tremenda nave y empapado de oro. Siento la inutilidad de mi vida como si dentro de unas horas ya no ser un vivo ms en la multitud. En este sitio de putrefacción y muerte sino una espesa niebla diluida en la oscuridad de los silencios. No cuentes lo que sabes Ya entiendo Las palabras se las lleva el viento. El cadáver te reclama cada día su inocencia. Sin palabras. Pero el jefe dio la orden toma esta pistola, espéralo a las cinco, cuando salga del hotel, quítale el maletín y el oro y te vas por la orilla de la playa hasta que llegues al cementerio, nos dijo mientras aspiraba ese viento blanco que emana de casi todos los que me acompañan- Luego agregó -allí te espero Dos días después, Vaina, Tremenda vaina!...Llegaste temprano. Esperaste al turista y lo amenazaste con tu arma prestada. ¡Alto! ¡Esto es un asalto! Los ojos exorbitados del hombre te miraron desde el más allá para recordarte sin palabras, que mañana podrás ser tú. Pero el jefe no te esperó. Allí estaban los dos uniformados corruptos de siempre en su jepp blanco para ocultarte. Ellos me escondieron algún tiempo para que la guardia no me hallara. ¡Ah! Pero me quitaron el maletín y me ordenaron que huyera playa arriba. Playa arriba. Se armaron con más de cincuenta millones. El resto de lo que fue esa mañana, tú lo sabes Siempre playa arriba, bañado en sol y salitre. Mi amigo iba delante, asustado jamás haba visto un muerto. Te alcanzaron. En sueños veo al Ronco, inocente en su primer trabajo. Amordazando miedos. Sabía que lo lincharan si soltaba una palabra. También lo recuerdo sentado en su mecedora de pobre. Dos balas habían pintado de púrpura su frente. Un enfrentamiento, señaló el policía. El Ronco y yo sabemos que no fue así. Todo el barrio sabe lo que allí pasó. Nadie les cree. Luego como todo, el todo volvió a la normalidad. El jefe levanta su fortaleza sobre la acera para que nadie se acerque hasta él. El chino vende las armas. El fiscal se deja sobornar. Otros niños, menores que yo, inician su carrera por los bajos fondos en la fortaleza, mientras la mamá del Ronco vomita improperios contra la vida, contra el gobierno. Los uniformados van como siempre, todas las tardes al barrio a retirar su parte de carabela. A todos martillan por su silencio mientras a ellos, los martilla la vida. Mañana, si es que te sucede, las palabras del otro serán verdades en la fiscala, las tuyas, se las llevará el viento. No cambia la vida sólo con la intención. Tu vida será una palabra más, se las llevará el viento, en este universo de engaños que se pudre en las cárceles de mi país. El jefe me dijo que teníamos un negocio bueno. Pero Ronco no mató al turista. El no lo mató. Acompañé al Ronco y te aseguro que no lo mató. Era su primer trabajo. Iba cagao. No tena bolas. Me llevaba algún tiempo en este negocio. Después de la muerte de Ronco caí preso. Allí no hubo enfrentamiento. Ellos lo mataron para silenciarlo. Me dejaron vivo de vaina. Pero me amenazan a diario. Algún da, cuando salga de aquí -si es que sucede-, ya ellos habrán muerto mientras yo, acostumbrado a la vigilancia de los otros, intento escapar por esa rendija donde el sol cada mañana se asoma, me calienta y me despierta para avisarme que sigo vivo. Ese día, escribiré un libro más de grande, ¡Carajo! Para ver si mis palabras no se las lleva el viento y entonces, todos sabrán que el Ronco era inocente

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